sábado, 17 de marzo de 2012

LOS SAMURAIS EN EL SIGLO XXI


Los samuráis fueron, desde el
siglo XIII hasta fines del siglo
XIX, pieza clave en la organización
social japonesa. Sobre su
habilidad profesional descansaban
las esperanzas de éxito de los distintos
clanes y facciones que constituían
las piedras angulares de la
sociedad de esa época.
En nuestro tiempo, que Peter
Drucker bautizó como “la época de
las organizaciones”, esa columna
vertebral son las organizaciones
empresariales, y quienes tienen la
responsabilidad de mantenerlas
son los directivos de empresas.
De alguna manera, los directivos
de hoy podrían considerarse
los herederos del linaje samurái, incluso
con cierto contenido de “guerreros”,
aunque de una naturaleza
muy diferente a la de los samuráis
de antaño.
Por otra parte, mientras que los
escritos de Sun-Tzu están originalmente
concebidos para un entorno
de guerra total, que solo termina
con el exterminio del enemigo, los
preceptos del Bushido tienen desde
su concepción un alcance mucho
más amplio, que facilitan su traducción
al mundo de hoy.
A pesar de ser guerreros profesionales
con dedicación absoluta
casi desde su nacimiento, las obligaciones
que conllevaba el ser samurái
no se limitaban al comportamiento
en el campo de batalla,
sino que abarcaban todos los aspectos
de su vida. De esta manera,
el Bushido plantea una serie de
principios éticos sumamente interesantes,
que brindan una excelente
orientación a directivos de
nuestro tiempo.
En el Bushido, el código de honor
por el que los samuráis regían
sus vidas, Giri –deber, compromiso,
lealtad, asumir las propias responsabilidades
sin excusas– tenía
un valor preponderante. Llevar
adelante, en todo momento, ante
cualquier persona, cueste lo que
cueste las obligaciones propias de
la condición de samurái, no era
considerado por estos una carga,
sino un honor. Estas obligaciones
referían principalmente a su lealtad
hacia su amo, pero no se limitaban
a ese aspecto. El ser samurái
comportaba un compromiso mucho
más amplio, que los obligaba
a comportarse como un samurái
debe comportarse, en todas las etapas
de su vida, sin esperar nada a
cambio, y aun a costa de enormes
sacrificios (en última instancia, la
propia vida).
Si bien las formas han cambiado,
en el mundo empresarial actual
la necesidad de sentido de deber
y compromiso sigue siendo
una necesidad primordial para que
las organizaciones funcionen medianamente
bien.
Es una pena ver que para los
directivos actuales, el concepto de
compromiso o lealtad tiene en muchas
ocasiones un ámbito restringido
únicamente a una relación
transaccional basada en el
interés propio, de “dar en la medida
que me den”, o “comprometerme
siempre y cuando obtenga
un beneficio a cambio”.
De esta forma, otorgando al
compromiso (hacia la empresa y
hacia su gente) un ámbito mucho
más pequeño y una naturaleza
mucho más mezquina, pretenden
desentenderse de las
obligaciones que vienen implícitas
con el tener gente a cargo. Trabajar
para jefes que entienden así
el compromiso suele ser un verdadero
calvario, que incluso termina
por contagiar a las personas
que sufren el mismo egoísmo
y bajeza de miras, generando verdaderos
mercenarios.
Por el contrario, también hay jefes
que se esfuerzan cada día por
hacer en su trabajo lo mejor de lo
que son capaces, con verdadera
responsabilidad y sentido del deber,
pensando no solo en su bien
sino también en el de aquellos que
lo rodean. Probablemente si se le
preguntara a esos jefes por qué
hacen lo que hacen, responderían:
“Porque es lo que corresponde
hacer. Porque es mi deber. Porque
estoy comprometido con esta organización
y con esta gente”. ●

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